Presencié el poder de mis palabras,
que con la verdad de mi sentimiento
escribí sin titubear en nada.
Mi felicidad, que aún generas,
ilumina mi gesto esta tarde,
gracias a la sonrisa
que no me negaste,
y a tu cercanía fragante.
Esos nervios anudados en mi vientre,
el miedo calando por mis huesos,
la vergüenza pintando mi rostro
de un tono carmesí, iguales partes
tímido e incómodo...
...Se esfumó en un instante
de neblina aúrea matizada de ensueño;
ese instante glorioso en que me miraste.
Después de creer
que ya no querrías verme,
saber que aún me escuchabas
y que mi presencia no te molestaba,
me ahogó el alivio inmenso
de que todo estuviera en calma.
Por un momento temí haber perdido
ese poco de sentido
que a mi vida le quedaba...
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